La respiración, un maravilloso armonizador natural

Como la respiración está siempre presente y es un proceso que aunque automático también se puede hacer consciente y lúcido, resulta un medio excelente como soporte para canalizar la mente e ir cultivando metódicamente la atención, tranquilizando y hallando un centro de reposo y equilibrio.
Aquí se utilizará un método válido para cualquier persona, solamente conviene decir que el que lo practica tiene que estar lo más atento posible (pero sin tensión) y cada vez que la mente se diluya,
en cuanto lo descubra, debe reconducirla lo antes posible a la meditación o sea, la respiración.
Existen numerosos ejercicios de atención a la respiración, pero todos ellos requieren dejar que la respiración fluya con toda naturalidad puesto que no son ejercicios respiratorios que requieran ningún tipo de restricción.

La sensación táctil

Se inhala y exhala con naturalidad y se fija toda la atención mental en la entrada de los orificios nasales; es decir, en las aletas de la nariz.
Al entrar y salir el aire, produce un toque que origina una leve sensación táctil en algún lado de la nariz o en las aletas.
Tras localizar esa sensación producida por el roce del aire, hay que irse concentrando más y más en la misma, evitando divagaciones mentales.
Las técnicas de entrenamiento, cultivo y desarrollo mental son innumerables y han surgido en todas las épocas y latitudes como medio práctico para desarrollar la sabiduría.
Si al principio no es posible sentir la sensación, basta con tener la mente muy atenta a la entrada y salida del aire, pero siempre fija en las aletas de la nariz.

Inhalación y exhalación

Permitiendo que la respiración fluya espontáneamente, se sigue con mucha atención el curso de la inhalación y la exhalación, pero se pone aún más atención para captar ese preciso momento en que la inhalación confluye y se funde con la exhalación y viceversa.
Así, se observa con suma atención el curso de la inhalación y de la exhalación y el punto de encuentro entre uno y otro proceso.
Del mismo modo que una persona sentada en la playa puede observar cómo una ola viene y se va,
así en este ejercicio se observa muy atenta y serenamente cómo la respiración viene y parte; es decir, se está muy atento al flujo y reflujo de la respiración, evitando cualquier distracción.
Se convierte así el practicante en el espectador vigilante y sereno del movimiento de ida y vuelta de la propia respiración.
El practicante se desconecta de todo para fusionarse muy estrechamente con su proceso respiratorio. Libre de ideas, ensoñaciones o preocupaciones, se funde con la respiración y se deja mecer en ella, totalmente identificado con su movimiento y aprovechándolo para ir calmando todos los procesos del cuerpo y de la mente.
Se conecta con la respiración, que debe fluir con toda naturalidad.
Se vacía la mente de todo lo que no sea el flujo de la respiración.
Se inhala con mucha atención, aunque laimportancia real del ejercicio está en la exhalación.
Cada vez que se suelta el aire, se aprovecha para abandonarse y desbloquearse.
Así la exhalación se utiliza para propiciar una sensación de dejarse ir, de relajarse más y más; de sentirse sereno.
Las técnicas meditacionales de atención a la respiración permiten mantener una vigilancia libre de ensoñaciones y asociaciones mentales.

La respiración que tranquiliza

Este ejercicio tiene dos fases:
1. Respirando con toda naturalidad y poniendo toda la atención en la respiración al inhalar, se dice mentalmente “al inspirar me tranquilizo”, y al exhalar se piensa, “al exhalar me tranquilizo”.
Se procede de esta manera durante unos minutos aprovechando la respiración y la fórmula mental para tranquilizarse más y más.
2. Se elimina la fórmula verbal y se continúa fijándose en la respiración, utilizando como soporte la inhalación y la exhalación para continuar propiciando un estado de calma profunda.

Concentrado en uno mismo

Este ejercicio utiliza la respiración para ir recobrando la presencia de Ser, o sea, para poder experimentar la presencia del existir en el aquí, (ahora como una sensación, sin palabras ni conceptos) aunque en la primera fase del ejercicio (consta de dos fases), se utiliza una fórmula verbal de ayuda.
1. Respirando con naturalidad se absorbe la mente en la respiración.
Al tomar el aire se dice mentalmente yo y al expulsarlo, soy.
Se procede así durante unos minutos dirigiéndose hacia lo más profundo de uno mismo y desarrollando la vivencia de Ser.
2. Se prescinde de la fórmula verbal y se continúa tratando de sentir la propia presencia de Ser, quedando más y más absorto en la misma, libre de cualquier pensamiento.

Cortar de raíz los pensamientos

Para acabar con cualquier pensamiento que surja en su raíz, el practicante debe convertirse en un espectador implacable de su espacio mental, viviendo en un estado de máxima vigilancia.
Se trata de no permitir que el pensamiento fluya, se procese en la mente y forme imágenes.
En el momento en que un pensamiento aflora a la superficie mental, éste se interrumpe y al cortar de raíz un pensamiento surgirá otro, pero no importa.
El caso es evitar que se formen cadenas de pensamientos, porque éste debe ser erradicado en cuanto se presenta, una y otra vez.
El practicante se convierte en un espectador extraordinariamente atento de su espacio mental.
Del mismo modo que al hablar se hace una pausa entre palabra y palabra y al escribir se deja un espacio entre las mismas; aunque los pensamientos se precipiten al seno mental, siempre hay algún intervalo entre los mismos o espacios en blanco.
Se trata de captar los espacios en blanco entre los pensamientos y, en lo posible, profundizarlos y prolongarlos.

La caverna del corazón

No hay que entender el corazón solamente como un órgano de nuestro cuerpo, sino como una región donde es posible entrar, permanecer sereno y encontrar refugio.
Los místicos de Oriente y Occidente se han referido al corazón (el corazón espiritual en el centro del pecho), como la sede de la consciencia pura, lugar para establecerse y encontrar una paz inefable, desconectándose de la vida exterior y de la dinámica enloquecida de los pensamientos.
Para efectuar el ejercicio, se fija la mente en el centro del pecho, hacia adentro.
Toda la mente se va recogiendo en el corazón, desconectándola de todos los recuerdos, conceptos e ideas.
La mente se retrotrae hacia la íntima región del corazón y va encontrando la calma poco a poco, evitando que se despliegue hacia fuera y, si eso ocurre, se la interioriza una y otra vez, hasta ir haciéndose con un estado de reconfortante recogimiento, calma y equilibrio.
El pensamiento sólo puede ser claro y constructivo cuando está libre de ofuscación, codicia y maldad.

Prof. Guillermo Guccione